Yoko

https://elterracero.files.wordpress.com/2014/05/19774_1089030443115_98510_n.jpg

 

Ha muerto mi Perro. El 23 de mayo murió uno de mis mejores amigos. La última vez que lo vi fue hace como tres meses. Ya estaba enfermo, comía menos, o no, caminaba hasta cinco metros y se hechaba a descansar. Dice mi madre que pudo ser un infarto. Dice mi padre que los riñones ya no le funcionaban bien. Pero ¿y, si fue de tristeza? Hacía por lo menos seis meses que no jugaba con él. Me lamento como si hubiera sido un familiar.

Recuerdo que lo regañe en varias ocasiones, las cuales ahora me parecen muchas. Lo hice ser muy dependiente de mí. Se llamaba yoko. Me lo regaló Yoyi, un veterinario famoso de Artemisa, hace nueve años, cuando murió Leo, un salchicha marrón que enfrentó una gastroenteritis que acabó con su vida.

Yoko ya era un perro viejo, pero fuerte. Un chow chow amarillo y de carácter muy independiente. La vida es así, unos van y otros vienen. Ahora tengo un perrazo de ocho meses y buen tamaño: Orión.

Mi tristeza es inmensa y no sé qué homenaje hacerle. Dicen que los perros no se lloran, pero yo no pude aguantar las lágrimas porque su vida significó ocho años de complicidad, de amistad.

Ese día nada me entretuvo. Ni la música lo lograba. Y en la lectura no me concentraba. Mi madre me dio la noticia en casa de mi abuela. Aguanté las lágrimas, creyendo ser más hombre que nadie. Al final, no pude resistir y lloré un poco.

Yoko me disculpó cien veces y me aguantó algunos regaños, pero como los perros se parecen a los dueños, en ambas manos permanece su recuerdo, en sendas mordidas que me propinó cuando apenas era un cachorro. Yoko sintió mi arrepentimiento, pero no sentirá mi dolor. Si hubiera estado ahí para acompañarte en el último respiro.

Recuerdo cuando meneaba la cola, por quien único lo hacía era por mí, y por mi padre. Y sin embargo, yo no le daba la comida ni lo malcriaba, solo le hablaba mucho. Se lo contaba todo. Recuerdo que Osniel me decía que me lo iba a llevar para la escuela porque yo siempre hablaba de mi perro como si fuera de un hermano menor. Yoko odiaba a Yunior, todavía no sé porqué. Lo regañaba siempre que venía a visitarme.

Solo yo lo dejaba dormir dentro de la casa. No fue un perro feliz. Mis padres trabajan de 8 de la mañana a cinco de la tarde. Entonces Yoko solo tenía una hora por la mañana para salir a realizar sus necesidades fisiológicas y otras dos horas por la tarde para “mataperrear” un poco.

De sus 27 hijos con nueve perras no queda ninguno. Todos murieron porque sus dueños no los supieron cuidar.

Ahora tengo a Orión a mi lado. Otro perro que está destinado a la soledad debido a mis horarios de trabajo.

El 23 de mayo fue uno de esos días en que uno se arrepiente de todo y parece que nada vale la pena.

 

Original en: https://elterracero.wordpress.com/2014/05/28/yoko/

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Enfermedad de Still del adulto, gran simuladora: presentación de un caso, revisión de la literatura y definición de conducta.

¿El argumento conspiranoico ha puesto en crisis a la dialéctica científica?

Cristobal Colón: El hombre que abrió las puertas a los Tiempos Modernos o la aventura de ensanchar el mundo