PREFACIO de Enrique José Varona en el Tomo Primero de la Biblioteca Histórica Cubana
Biblioteca Histórica Cubana
Por Carlos Manuel Trelles
Correspondiente
de la Academia Cubana de Artes y Letras y de la Academia de la Historia, Socio
de Honor de la Sociedad Económica de Amigos del País de la Habana y de la
Asociación de la Prensa Médica de Cuba, Miembro de "The Hispanic Society
of America", de New York, de la Sociedad Geográfica de Cuba y del Comité
Revolucionario de Matanzas en 1895.
TOMO PRIMERO ILUSTRADO CON 167 RETRATOS
CON UN
PRÓLOGO DEL DR. ENRIQUE J. VARONA
Tirada de
250 ejemplares
Imprenta
de Juan F. Oliver,
Matanzas
1922
PREFACIO
Lo
presente es hijo de lo pasado. Ciertamente; pero es un hijo que conoce muy poco
y muy mal á su padre. ¿Puede conocerlo más y mejor? Hay muchos que lo creen
así; y resultan innumerables los que se dedican á sondear en ese mar sin fondo
que cubre con sus olas, tranquilas ó tempestuosas, cuanto ocurrió hace mucho y
cuanto acaba de ocurrir. Hay quienes sacan fragmentos de objetos preciosos, hay
quienes sacan fruslerías; y con todo ello trata la imaginación, gran
taumaturgo, de tejer esos fastuosos tapices en que parecen revivir hombres y
civilizaciones. ¡Caso singular! Lo que tenemos por más frágil, el pensamiento
humano, es lo que mejor se trasluce; y lo más caduco viene á ser la sucesión
misma de los hechos cuyos actores somos. Poseemos documentos de su mano que nos
permiten entrever lo que pensó Julio César, ó al menos lo que quería, durante
sus campañas, que se tomara por su pensamiento; cuanto se refiere á sus actos,
en lo que tendrían de verdaderamente interesante, se pierde en un dédalo de
aproximaciones. Y lo mismo pasa con los personajes más próximos, sin excluir á
los contemporáneos. La razón está en nuestra propia organización mental. Lo más
endeble de ella es la memoria; y las pasiones se encargan de embrollar más y
más sus datos. Hay quienes mienten á conciencia; hay infinitos más que mienten
sin darse cuenta. ¡Cuántos se rehacen de buena fé una vida del todo ficticia,
que llega á sobreponerse en sus recuerdos á la suya real! Pero, me dirán,
scripta manent. Desde luego quedan los signos; pero su alma, el alma de los
signos, vuela y se dispersa, como nubecillas en viento impetuoso. Sin contar
con que no siempre, ni mucho ménos, pone quien escribe su verdadero espíritu en
las palabras que traza. En esta red de semi-verdades nos agitamos; es decir, se
agitan los inconformes; pues el mayor número se conforma de toda conformidad
con la ilusión momentánea que sus pasiones le ponen delante y le animan. De
todo esto se desprende, vuelven á decirme, que debemos hacer una pira
gigantesca con todas las historias que corren por el mundo? No; ¿por qué? Esas
obrás tienen su valor; á veces un gran valor; que solo perderán cuando se
extinga en el hombre la llama de la fantasía. Por suerte no somos naturalmente
críticos. La crítica es un mal tardío y pegadizo. Además muchas historias son
obras literarias de primer orden; y otras muchas constituyen documentos personales,
con el mismo título que cartas y confidencias.
Quien
quiera penetrar el espíritu de un español genuino en nuestro pais, durante la
época colonial, lea con serenidad, aunque sea cubano, “Las insurrecciones de
Cuba” del señor Zaragoza. Hombre tan sagaz y avisado, como el señor Trelles
sabe muy bien lo que ha hecho, al dedicar tanto esfuerzo y perseverancia á la
rebusca y reunión de esta gran biblioteca histórica de Cuba. Después de la
inmensa labor empleada en sus obras anteriores, que constituyen la más
minuciosa carta geográfica del pensamiento cubano desde sus albores, ha
emprendido con el mismo fervor y la propia inteligencia el trazo en mayor
escala de las distintas partes de su diseño original. Las expresiones de que me
he valido no indican, no pueden indicar el esfuerzo colosal de voluntad y la
suma de pericia necesarios para realizar este trabajo. En los países de antiguo
constituidos, las bibliotecas y los archivos son el arsenal dispuesto para los
investigadores de esta clase. En Cuba el bibliógrafo ha de realizar todas las
pesquisas, explorando en todas direcciones y muchas veces á la ventura. No está
ante un acervo ya formado, y en el cual solo se trata de elegir y seleccionar;
sino que ha de acarrear primero grano á grano los materiales con que va á
edificar. Nosotros solo vemos los resultados de la enorme labor de que
disfrutamos. Justo me parece, justo es, que nos demos cuenta de su costo; para
que sepamos hasta donde somos deudores de este buen cubano, cuyos desvelos
tanto honran á Cuba.
Enrique
José Varona
Habana, 30
de agosto, 1922.
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