Los Necios

 

De aquellas noches bohemias, de aquellas vidas pasadas, de aquellos conciertos en vivo, nos queda una resaca agotadora.

Foto: Silvio Rodríguez.

“La casualidad negra de la vida”, diría Baragaño. El 29 de noviembre es el cumpleaños de un buen amigo. Ese día también cumple años Silvio Rodríguez. Uno informático. El otro, poeta. Ambos, revolucionarios y necios.

En un noviembre del pasado, Silvio, en su gira por los barrios, llegó hasta el “llega y pon” de Artemisa, que “por cosas del destino también se llama San Antonio”, como la tierra natal del autor de Ojalá. La noche era fresca. Un viento cálido nos limpió los pensamientos. Yo y mi buen amigo solo queríamos ver a Silvio y a Niurka. Embobecernos con la flauta de la una y filosofar con los versos del otro. Fue una velada para creer en la locura de la vida, en el canto del sinsonte y en Silvio.

De aquellas noches bohemias, de aquellas vidas pasadas, de aquellos conciertos en vivo, nos queda una resaca agotadora. Estábamos como en la tercera o cuarta fila del público. ¡Silvio! Le gritábamos. Nosotros, estábamos en medio de aquel bulto. Éramos “el centro”, y como centro empezamos a gritar un “¡Viva Fidel!” que se sintió extraño. Y el envalentonado de mi buen amigo gritó más alto todavía ¡Abajo el imperialismo! Ahora nos reímos. Pero aquel día nos dolieron las caras que nos pusieron desde el frente, desde la derecha, desde la izquierda, desde todas partes. Solo un par de tipos nos miraron y se rieron como un “mira a estos locos”.

Al final de aquel concierto levantamos todos las manos. Volvimos a gritar ¡Viva Fidel! Qué alegría haber escuchado en la propia voz de Silvio su tríptico, con Óleo de mujer con sombrero incluido. Era el concierto número 60, que como el mismo Silvio dijo, “de una gira que parece interminable”. Y entre aquellos íconos disparejos a nuestro alrededor, no nos callamos y seguimos gritando ¡Viva Fidel! Silvio, nos convidó, como lo sigue haciendo con todo lo que dice y hace. Nos convidó a ser Necios como él.

Recuerdo a la muchacha que con gruesa voz durante todo el concierto pidió La era, “haciendo temblar la tierra”, como dijo Silvio más tarde en su blog. Estaba cerca de nosotros. Silvio la llamó en pleno concierto “La voz del pueblo” y al final del mismo la recibió para saludarla, y cuenta el poeta: “para tronarme ante los ojos y llorarme en las manos”.

El 29 de noviembre fue el cumpleaños de un buen amigo y del mejor poeta. Como de costumbre, nos reunimos este par de “silviófilos” para celebrar la llegada de los 33 del ingeniero y los 75 del poeta. Me increpó que había vuelto a olvidar la fecha, pero que de todas maneras él me lo recordaría siempre. Lo felicité y no contesté a su refriega por no tener justificación aparente para mi olvidadiza costumbre. Otros motivos reclaman mi atención. No son buenos estos días. Le agradecí por su irreverente amistad y por su fidelidad.

Al otro día de aquel concierto del pasado, Silvio, en su blog aceptaba “además de arigüanabense (del Arigüanabo, por el río), ahora también soy artemiseño”. De aquella noche dijo también Silvio en su blog: “Qué felices se veían los ciudadanos de ese barrio. Qué bien recibieron a los especiales de la noche: el magnífico Raúl Torres y sus excelentes músicos”. Parece que Silvio notó que aquella noche fuimos felices.

Mi buen amigo terminó durmiendo con su propia Tamara, Niurka, Mercedes o la Dalia que todavía lo acompaña. Aquella noche volví al 5007 de la calle 11 donde mis fantasmas me esperaban, José, Teresa, Ofelia, Ernesto; otros necios del pasado. Allí también me esperaba otro necio, Fidel.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Enfermedad de Still del adulto, gran simuladora: presentación de un caso, revisión de la literatura y definición de conducta.

¿El argumento conspiranoico ha puesto en crisis a la dialéctica científica?

Cristobal Colón: El hombre que abrió las puertas a los Tiempos Modernos o la aventura de ensanchar el mundo