Cristobal Colón: El hombre que abrió las puertas a los Tiempos Modernos o la aventura de ensanchar el mundo

A los terraplanistas cubanos... 


Por: Manuel Alejandro Hernández Barrios 


Al océano Atlántico lo llamaban antes de 1492, el Mar Tenebroso, porque si navegaban hacia el oeste, en un momento determinado ese mar que era tan plano como la tierra se acababa y los navegantes se precipitaban hacia un vacío que nadie sabía qué era.

A bordo de las carabelas, unos temblaban, otros se deprimían, algunos esperanzados oraban en silencio, otros desesperados rezaban a gritos, aquellos conspiraban en silencio sobre el fracaso, y Colón miraba hacia el fin del Viejo Mundo conocido, convencido de que mientras más al oeste llegara, más cerca de las Indias estaría. El mundo se ensanchaba ante los ojos incrédulos y partidarios. Los vientos favorables los impulsaron hasta hacia tierras desconocidas. Los miedos afloraban a bordo de Niña, Pinta y Santa María. Mirar hacia atrás, a donde nacía el sol, era mirar al hogar que no se sabía si se volvería a ver.

El viaje

A estas alturas ya existe el mundo tal y como lo conocemos, pero en aquellos tiempos de supersticiones, bestiarios fantásticos, guerras de religiones, contradicciones geográficas, no abundaba un espíritu humano capaz de lanzarse a mar abierto hacia un infierno espacial de aguas desconocidas. Existe la duda sobre el lance del genovés, teniendo en cuenta que en 1513, Ahmed Muhiddin Piri, más conocido como Piri Reis -siendo reis un rango militar equivalente a un capitán naval-, un marino y cartógrafo otomano, presentó al sultán Solimán el Magnífico, un mapa que según sus propias palabras, lo había elaborado a partir de otro mapa -hoy perdido- obtenido de un prisionero castellano que había acompañado a Cristóbal Colón en sus viajes, y lo había completado con información procedente de “los antiguos reyes del mar”. En el mapa se podían distinguir al oeste de la península Ibérica y de África grandes porciones de costa que parecían corresponder a América y a la Antártida y que no deberían haber estado allí ya que, por aquel entonces, no eran conocidas en Europa. Más adelante, en 1521, Piri Reis publicó un detallado atlas del Mar Mediterráneo que incluía un relato de las expediciones de “un astrónomo que se llamaba Kolón, que salió en busca de Antillia [una isla mítica ubicada en un lugar indeterminado del Atlántico] y la descubrió”.

Para algunos es probable que aquellas tierras situadas al oeste ya habían sido visitadas por otros marinos y que acaso fuera la propia Cipango de la que Marco Polo hablaba cuando se refería a Japón, pero también podía ser otra distinta. O muchas cosas distintas a la vez.

Pero puede que el mapa de Piri Reis, simplemente, no representara las costas de América y de la Antártida sino que se basaba vagamente en las ideas que en aquel tiempo se tenían de lo que había más allá del océano: animales fantásticos, reptiles antropomorfos y hombres sin cabeza y con el rostro en el torso. Las costas representadas en la parte izquierda del dibujo representan de forma genérica una terra incognita que se sabía que existía pero aún no se había explorado. Estos territorios solían representarse en los mapas dibujando sobre ellos criaturas fantásticas o la frase hic sunt dracones, “aquí hay dragones”, una metáfora de los peligros que podían aguardar a los exploradores.

Roger Bacon, el científico más auténtico de la Edad Media escribió: “No todas las profecías son irrevocables, y en los Profetas se dicen muchas cosas acerca del advenimiento del Anticristo que sucederá solo por negligencia de los cristianos. Estas cosas cambiarían si los cristianos indagan esforzadamente cuándo llegará él, y buscasen todo el saber que él usará cuando venga”.

El joven Colón, después de estudiar en la universidad de Pavía los fundamentos del latín, la gramática, la geografía, la astronomía y la navegación, se embarcó a los catorce años hacia Portugal, Inglaterra, Islandia y Groenlandia en Europa, y hacia las playas berberiscas, Guinea y otras islas del poniente africano. En estos viajes compiló una colección de aquellas profecías acerca de la restauración de la Edad de Oro y la inquietud humanista común de las que hablaba Bacon y tuvo noticias de diversos asuntos que fue recopilando para consolidar lo que se convirtió en el viaje de su vida. Los viejos marinos de La Gomera, la segunda isla más pequeña de las islas Canarias, le confirmaron la existencia de las tierras del oeste, desconocidas por muchos, aunque sólo visitadas por aquellos que se perdieron en medio de corrientes poderosas y nunca regresaron.

Aún no se había podido comprobar la esfericidad de la tierra. A simple vista, como ahora, era plana. Los principales conocimientos de Colón sobre el viaje y las distancias que recorrerían se basaban en dos hechos: uno cierto, la esfericidad de la Tierra, y otro erróneo, el tamaño de la misma. Crates el gramático parece haber construido el primer globo terráqueo. Posidonio de Apamea, en Siria (135 - 51 a.c.), reunió una gran colección de conocimientos geográficos, inventó el sistema, ahora tan conocido de las cinco zonas, hizo una buena apreciación de la existencia del círculo tropical desértico, conservó la leyenda de la tierra desaparecida de la Atlántida, concibió con vaguedad un área de terremotos que incluía la región mediterránea y redujo considerablemente la evaluación de Eratóstenes de la circunferencia de la tierra. Este error tuvo algo que ver en la convicción de Colón de que era posible llegar a Asia mediante un viaje relativamente corto en dirección oeste.

Colón pensaba que nuestro planeta tenía una circunferencia ecuatorial de unos 30.000 kilómetros, es decir, unos 10.000 menos de los que en realidad tiene. Así pues, después de hacer escala en las Canarias, el 6 de septiembre la armada tomó rumbo al oeste. El almirante calculaba que la distancia hasta Cipango (Japón) sería de unas 700 leguas, por lo que cuando se superaron las 800 sin avistar tierra hubo de afrontar el descontento de sus hombres, deseosos de abandonar una aventura que cada vez parecía más temeraria.
Ya que no podía cartearse con Aristóteles, ni con Ptolomeo, ni con Plinio el Viejo, ni siquiera con San Agustín (todos firmes defensores de la esfericidad de la tierra), lo hacía con el astrónomo florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli y con el sabio de Núremberg Martín de Bohemia, y en esas cartas discutían acerca de los enigmáticos recodos de la geografía terrestre y de las estrellas. Toscanelli había presentado a Alfonso V de Portugal el proyecto de una exploración hacia el oeste para llegar a las Indias de las especias mucho antes y con mayo seguridad que navegando hacia el sur a través del cabo de las Tormentas. 



El hombre

En 1484, Colón llegó al convento de Santa  ... (en construcción)

Cristóforo Colombo fue legalmente genovés, pero no escribía italiano, y es posible que proviniese de una familia española de origen judío. El apellido Colón era usual entre los judíos que vivían en Italia. Colón se enorgullecía de sus vínculos con el rey David, le gustaba la sociedad judía y marrana, estaba influido por las supersticiones judías, y sus protectores en la corte aragonesa eran sobre todo cristianos nuevos. Usaba las tablas confeccionadas por Abraham Zacuto y los instrumentos perfeccionados por José Vecinho. Incluso su intérprete, Luis de la Torre, era judío, aunque se había bautizado poco antes de embarcar para América. De modo que los judíos, después de perder España en el viejo mundo, ayudaron a recrearla en el nuevo.

En la época de Colón, Copérnico y Newton, Europa todavía tenía la mayor concentración de fanáticos religiosos del mundo, y el nivel más bajo de tolerancia. Las celebridades de la revolución científica vivían en una sociedad que expulsaba a judíos y a musulmanes, quemaba herejes en masa, veía una bruja en toda anciana que amara a los gatos e iniciaba una nueva guerra religiosa con cada luna llena.

Entre las justificaciones de su viaje, la labor misionera tenía el mayor peso social, aunque el interés económico fue el verdadero impulsor de los vientos que soplaron las velas de las tres carabelas, La Niña, La Pinta y La Gallega (a la que después le cambiaron el nombre por Santa María) que el 3 de agosto de 1492, a las siete y media de la mañana, con la incierta cifra de entre 90 y 120 hombre a bordo, se hicieron a la mar.

Juana

Después de navegar rumbo al oeste durante cinco semanas, la expedición tocó el principio del fin de la tierra donde se pone el sol, el 12 de octubre. A las siete de la tarde del 11 de octubre de 1492 varias aves aparecieron en el cielo y les acompañaron durante un trecho. Dicen que admiraron una bandada de pájaros rosados y hasta vieron un cangrejo sobre hojas todavía abiertas. El vuelo de unos loros les hizo virar hacia el sudoeste, una acertada decisión porque de haber continuado la gran barrera de las Bahamas los hubiera detenido y hecho naufragar. El cansancio los venció a todos y se tumbaron en catres, en sacos o se recostaron como pudieron y el sueño los venció y despertaron en el sueño que hasta ellos llegó. En algún momento de esa noche del 11 al 12 de octubre, se dio el ansiado grito de "¡Tierra!". Era la isla de Guanahaní, bautizada por Colón como San Salvador e identificada con la actual Watling, una de las Bahamas. El navegante siguió su periplo por las islas de este archipiélago -Santa María de la Concepción (Rum Cay), Fernandina (Long Island), Isabela (Crooked Island), etc.- antes de arribar a Juana (Cuba) el 28 de octubre.


Pintura romántica de la llegada de Cristóbal Colón a América (Dióscoro Puebla, 1862).


El primer europeo que puso sus pies en Cuba fué también el primer descubridor de minerales. Cristóbal Colón, ancladas sus frágiles naves frente a la desembocadura del río Moa, desembarcó el domingo 25 de noviembre de 1492, anontando cuidadosamente en su diario: “Vido por la playa muchas otras piedras de color de hierro, y otras que decían algunos eran de minas de plata, todas las cuales trae el río. El almirante, sin saberlo, había descubierto uno de los más importantes depósitos de hierro existentes en todo el Planeta. No fué sino 411 años después, en 1903, que el estadounidense Cobb lo redescubrió, para la economía moderna.

El influjo ejercido por las islas descubiertas en el Nuevo Mundo a fines del siglo XV, despertó, entre los renacentistas europeos, inmensa curiosidad, y en especial, en los geógrafos y poetas. Aunque los libros de historia de la literatura cubana no lo mencionan, el primer poema donde se cita a Cuba, con el nombre de Isola Giovanna, fue escrito el mismo año del regreso del Almirante Colón al Viejo Mundo, hecho acaecido en 1493. El acta de nacimiento de Cuba en la lírica universal tuvo lugar el 15 de junio de 1493, cuando el poeta popular florentino Giuliano di Dominico Dati escribió en lengua italiana las octavas de Poemetto. Dati alcanzó fama no sólo como poeta sino también como teólogo y jurista. Fue de los fundadores del oratorio de Sant Andrea della Valle en Roma y decano de la basílica de San Juan de Letrán. En 1518 fue nombrado obispo de San Leone, en Calabria. Dati murió en Roma el 19 de diciembre de 1524. La indudable fuente de inspiración de Dati fue la carta escrita por Cristóbal Colón a Luis Sánchez, colaborador económico de la reina Isabel de Castilla, lo que se comprueba al leer los datos expuestos en el poema redactado a solicitud de Giovanni Filippo de Lignamine, quien le entregó la versión latina de la carta, aunque se ha afirmado que no se puede excluir que Dati leyera el texto original en español, como ha expuesto Major en Landfall of Columbus, publicado en Londres en 1871.

Del “Poemetto” se conocen cuatro ediciones entre 1493 y 1495. Pero no fue hasta la publicación del libro Geopoética de Antonio Núñez Jiménez, por la Editorial Letras Cubanas en 1983, en que se reprodujo el texto completo por primera vez traducido del italiano al castellano:

“Poemetto”

(...)

XIIII
   
En este año de gracia bienhadado
de mil cuatrocientos noventa y tres,
quiero volver al tema antes tratado:
las islas que encontró la intrepidez
de Cristóbal Colón, así llamado,
que a la corte llegó y sin timidez
a Isabel y Fernando había instigado
mil veces para hacer mayor su estado.

(...)

(En construcción)
 

El Almirante en la tierra más hermosa (Fundación Antonio Núñez Jiménez De la Naturaleza y el Hombre y Editorial Científico-Técnica, Colección Cuba: La Naturaleza y el Hombre, 320 pp)

 

El contexto

Para Yuval Noah Harari, tres fueron los viajes más importantes realizados por el hombre: el de los primeros humanos a Australia, primera vez que un humano consigue abandonar el sistema ecológico afroasiático; el viaje de Colón a América y la expedición Apolo 11.  

Desde el primer milenio del que se tiene noticias en que aparecieron la acuñación, los imperios y las religiones universales, los humanos empezaron a soñar conscientemente en forjar una única red que abarcaría todo el globo. Este sueño se hizo realidad durante la cuarta fase de la historia, que empezó hacia 1492. Los primeros exploradores, conquistadores y comerciantes modernos tejieron los primeros hilos que rodeaban todo el mundo. En el periodo moderno tardío, dichos hilos se hicieron más gruesos y fuertes, de modo que la telaraña de la época de Colón se convirtió en la cuadrícula de acero y asfalto del siglo XXI. Más importante todavía: se permitió que la información circulara cada vez con mayor libertad a lo largo del retículo global. Cuando Colón conectó por primera vez la red euroasiática con la red americana, únicamente unos cuantos bits de datos podían cruzar el océano cada año, y eso después de haber superado el acoso de los prejuicios culturales, la censura estricta y la represión política.  

Unas pocas décadas después del descubrimiento de América, como llaman los eurocentristas, o encuentro de dos culturas, como nos gusta decir a los del Sur, se establecieron las primeras rutas comerciales a través del Atlántico, lideradas por los españoles con el establecimiento de la Flota de Indias en 1566, un sistema de convoyes que unió regularmente sus territorios en ultramar durante más de dos siglos.
El desarrollo de la economía moderna se encuentra íntimamente relacionado con éste y otros hechos, que convergieron para formar la economía mundial conocida y desencadenar en todo el globo, ahora sí, la iniciativa económica. La llegada de Colón a América arrancó el motor de una Revolución Social que dio al traste con el nacimiento de los tiempos modernos, al preparar esa creciente interrelación e interdependencia de la gente y de los pueblos que equivale a una colectividad automática y oculta. 



El prólogo de esa Edad Moderna fue el Renacimiento, un periodo que abarca unos 130 años, desde 1400 hasta 1530. Estalla como movimiento artístico en Italia, donde el feudalismo dejó paso al capitalismo antes que en ninguna parte, con el resultado de que, en vez de un reino feudal, Italia se convierte en un conjunto de ciudades-Estado. ¿De dónde procede el dinero para ésto? Las rutas comerciales de Oriente pasaban por Italia. Comenzó a acumularse capital y a invertirlo en las artesanías y textiles que fundaron una poderosa burguesía. Como consecuencia, Italia se convierte en cuna de las operaciones bancarias y financieras (todos los términos relacionados con la banca son italianos: cuenta, giro, bancarrota, crédito, descuento). La capital de la banca fue Florencia, y la familia que fundó el banco más poderoso del mundo fueron los Médici. Bajo su dominio Roma se convierte en la nueva Atenas. En 1450 los papas empiezan a reconstruir la ciudad de Roma y con los jugosos tributos eclesiásticos que llegaban se ordenó la construcción de la Basílica de San Pedro, lo que desencadena la Reforma (1517). De Florencia proceden los precursores de la literatura del Renacimiento, quienes crearon el lenguaje literario italiano y fundaron el italiano actual: Dante, Petrarca, Bocaccio. Dante describe el infierno, el purgatorio y el paraíso en La Divina Comedia, con la que conforma un cosmos moral en el que todo castigo y toda recompensa tiene el lugar que le corresponde. Petrarca crea la poesía amorosa moderna con su Cancionero. Decamerón se convierte en el modelo del relato corto y el paradigma de la libertad sexual. De la fuente de la belleza del Renacimiento brotó el arte de Sandro Botticelli (1444 - 1510), Leonardo Da Vinci (1452 - 1519), Michelangelo Buonarotti (1475 - 1564), Tiziano (1477 o alrededor de 1487/90 - 1576), y Raffaello Sanzio (1438 - 1520). Fueron, según Dietrich Schwanitz, Cristóbal Colón, y el monje agustino Martín Lutero, quienes taponaron el manantial.

En 1453 los turcos habían tomado Constantinopla y se hicieron definitivamente con el control del comercio entre Oriente y Occidente. Este hecho animó al príncipe Enrique de Portugal, llamado El Navegante, a buscar una ruta marítima hacia las Indias bordeando África, algo que solo lograría Vasco de Gama en 1498, lo que hace que los comerciantes del noreste de Europa prefieran importar y exportar sus mercancías a través de Amberes y Lisboa. Desde entonces el comercio por mar se hizo más económico que el comercio por tierra, y el comercio italiano sufrió un golpe mortal.

Cuando en 1492, el genovés Cristóbal Colón consigue que Isabel de Castilla quede convencida de su proyecto de navegación a Asia, en un viaje que, por error, acaba descubriendo América para los europeos e inicia las conquistas coloniales de España, Portugal e Inglaterra gradualmente. Aunque donde quería ir era a Asia, no sabía que América se hallaba en medio y creyó hasta el final de su vida que había llegado a las Indias occidentales.

Cuando Américo Vespucio, navegante al servicio de los Médici en España, oyó hablar de los descubrimientos de Colón, que ya en su tercer viaje (1498), había pisado tierra firme, la fiebre de los viajes también se apoderó de él e hizo su primer viaje en 1499 - 1500. Sus informes llegaron hasta el cosmógrafo Martin Waldseenmüller, profesor de Friburgo, que, en honor de Vespucio, propuso llamar al Nuevo Mundo América. Esta propuesta fue recogida posteriormente por el cartógrafo Gerhard Mercator, quien en su famoso Mapamundi denominó América a todo el continente. Así pues el Nuevo Mundo fue descubierto por italianos, financiados y dirigidos por españoles y portugueses y bautizado por alemanes. A partir de entonces se produjo un flujo interminable de pioneros, aventureros, misioneros, delincuentes, buscadores de oro, especuladores y fugitivos desde la Península Ibérica hacia el Nuevo Mundo.

Los españoles comenzaron a operar en México y Sudamérica conquistando territorios y convirtiendo a los indios al Cristianismo, por lo cual emplearon los mismos medios que con los musulmanos: el fuego y la espada. Cortés y Pizarro destruyen los imperios inca y azteca y saquean su oro y plata. El continuo flujo de metales preciosos convierte al siglo XVI en el Siglo de Oro español. En muy poco tiempo, España pasa a ser el país más poderoso de Europa y el centro de un imperio en el que jamás se pone el sol.

Por su parte, en 1517, Lutero coloca sus 95 tesis en la puerta de la capilla del castillo de Wittenberg, las que expresaban una amplia disconformidad con la dirección de la iglesia. El arroyuelo de la discrepancia provocó la ruptura del dique y acabó dividiendo la iglesia. Cuando las agua se calmaron, la marea había abierto tres frentes: a) los católicos, que permanecieron fieles a la Iglesia romana y que se contuvieron en España, Italia, Francia, Polonia e Irlanda; b) los luteranos o anglicanos, que bajo las doctrinas de Lutero conformaron iglesias nacionales subordinadas a príncipes fundamentalmente, en Escandinavia, Alemania y el Báltico; c) los calvinistas o puritanos, seguidores del reformador radical Calvino, que rechazaban una iglesia oficial compuesta de sacerdotes y obispos, insistían en las comunidades sin prelados, siendo cada cual su propio sacerdote, las cuales se descompusieron en un sinfín de sectas, y lograron extenderse en Suiza, Holanda, Escocia, Inglaterra y siglos después en Estados Unidos, países en los que precisamente se funda la forma de democracia moderna. Con la llegada de los europeos a América y con la Reforma, Italia perdió rápidamente sus fuentes de ingreso, de cuya pérdida aún no se recupera. Siguiendo al Sol, el centro de la gravedad de Europa se desplazó hacia el Oeste.

España tuvo un corto periodo de predominio hacia 1500 y en la primera parte del siglo XVI, cuando la tendencia de la época coincidió con la disposición de su carácter nacional e hizo de ella la principal nación de Europa. La unificación y establecimiento íntimo de la nación apenas habían quedado fundadas. En 1469, Fernando, el sucesor al trono de Aragón, se casó con Isabel, heredera de la corona de Castilla. En 1479 y 1474 llegaron a ceñir la corona de sus respectivos países. En 1479 las regiones medulares de la península ibérica quedaron unidas bajo una dirección única: España. En 1492 los monarcas conquistaron Granada a los árabes y expulsaron del suelo español a los últimos restos del Islam.
A esto contribuyeron también los denominados matrimonios dinásticos, cuyo único objetivo fue asegurar el poder. En 1496, Juana, hija de Fernando e Isabel, se casó con Felipe, hijo del emperador Habsburgo Maximiliano I, quien, por parte de su madre, había heredado Borgoña y los Países Bajos. El resultado de ello fué la sucesión al trono de España (1516) del último emperador Habsburgo, Carlos V, hijo de Felipe y Juana, y la incorporación de España al vasto dominio de los Habsburgo. A la liberación del país unificado y al establecimiento de su poder colonial y europeo siguió la consolidación interna. La posición de la España Cristiana como una avanzada militar contra el Islam había identificado la fe con la defensa de las aspiraciones nacionales; había hecho del catolicismo, ardiente y violento, un ingrediente de caracter nacional. Los primeros monarcas Habsburgo terminaron la labor organizadora de Fernando e Isabel.

Un noble y soldado español, Ignacio de Loyola, trasladó la lucha por la fe al campo espiritual y combinó en sus métodos las disciplinas militar, religiosa y cortesana. Fundó la orden de los jesuítas, esos maestros de la diplomacia cristiana y del estudio del alma. Y todas estas tendencias - el carácter y tradición nacionales, la actitud y el interés de los monarcas Habsburgo, así como la actividad de los jesuítas- provocaron el movimiento de la Contrarreforma, que durante una época brillante colocó a España en la cúspide del mundo europeo. Las conquistas coloniales llenaron al país de riquezas que no se utilizaban en ninguna finalidad productiva sino que se gastaron prodigiosamente en ampliar el poder político y en conquistas y aventuras militares. El ejército español fue el modelo de la época a causa de su infantería, superior en organización y táctica a los métodos de los mercenarios alemanes y suizos. Se instituyó un nuevo orden de mandos: el general y el almirante son de origen español. Fué la gran época, la única época grande del arte y la literatura españoles con Calderón de la Barca y Lope de Vega en el teatro, y los arquetipos de Don Juan, seductor de mujeres, y Don Quijote, loco caballero de la Triste Figura que lucha contra molinos de viento, ignora la realidad y cree que en la Edad Moderna que nace puede seguir viviendo como un caballero medieval. Rivalizó con los cuatro fantásticos italiano, Velázquez. Y esto, junto con la etiqueta española, introducida por los Habsburgo de su corte de Borgoña, y transformada en la rígida, altanera y sobria pompa ceremonial que ha llegado a ser proverbial, ejerció una fuerte influencia sobre la moda de la época. Pero el periodo de predominio español fue muy breve. El poder de la nación se agotó en la estéril represión de las sublevaciones holandesas, así como en guerras con Francia e Inglaterra.

Pero las victorias militares españolas no habían satisfecho el entusiasmo y las ambiciones suscitadas por las guerras. Fueron las noticias traídas por Colón, tan solo en su primer año de viajes, sobre la existencia de islas en la parte oeste del Atlántico desde las cuáles aseguraba que se podía pasar a China, ofrecieron una salida para este reprimido ardor guerrero. Los sentimientos que animaron a los españoles a lanzarse contra Granada se transformaron en un imperialismo audaz y metódico que, cuando buscaba otras provincias que conquistar, encontró su oportunidad al otro lado del océano. Mientras que el imperialismo de Portugal en el oeste de África se proponía, entre otros objetivos, el de disponer de una puerta falsa por donde atacar a los árabes y turcos, un descubrimiento casual hizo que España fuese a ejercer el suyo en un mundo nuevo. Granda fue para los españoles lo que en sus últimos años había sido Constantinopla para los turcos, es decir, la culminación de una serie de conquistas y el comienzo de otra.

Entre los siglos XV y XVI existía un comercio relativamente grande, de conexiones internacionales euroasiáticas. Pero no constituían un sistema coherente; no pasaban de ser una serie de relaciones particulares e individuales entre comerciantes, compañías u organismos comerciales de las ciudades. En conjunto, la actividad económica no se dejaba sentir como elemento poderoso decisivo de la vida internacional. El estado de las cosas empezó a cambiar cuando los “grandes descubrimientos” llegaron a regiones distantes. África, Asia y América aparecieron en la órbita europea y los incorporaron gradualmente a los imperios coloniales de las potencias del viejo continente.

La revolución económica estaba en marcha. La disposición del país y pueblo español eran enteramente distintos a los de Portugal y los portugueses. España no era por su naturaleza y carácter nacional un país marítimo, sino continental, basado en la agricultura, la viticultura, el gusano de seda y la ganadería. Las comunicaciones terrestres eran difíciles debido a las múltiples y amplias mesetas rodeadas de montañas. La mayoría de los ríos no eran navegables, pues eran torrenciales en la estación lluviosa y se secaban en el verano. los estuarios y puertos eran pobres. El país era autosuficiente, y no había necesidad ni estímulo para la expansión colonial. Y fue un hombre quien dió al país una nueva dirección hacia un imperio colonial que remató la brillante formación del país en el siglo XVI. Este hombre fue Cristóbal Colón, que con toda probabilidad era extranjero (su origen es algo misterioso y el mismo lo mantuvo en secreto de modo deliberado). los eruditos discuten si era italiano, portugués o marrano (judío convertido).

Sin retorno

Los viajes de Colón fueron seguidos por los del portugués Cabral y el Florentino Américo Vespucio a Guyana y  Brasil. A la vuelta de su segundo viaje a Brasil, Vespucio escribió un informe de ellos. Parece que esta descripción de los viajes pasó por muchas manos y un año después de la muerte de Colón apareció en St. Dié, en Lorena, una edición latina hecha de la traducción francesa, con el título Cuatro Viajes de Américo Vespucio. El editor de este texto, era el joven profesor Martin Waldseemueller. En su prefacio a la edición observa, entre otras cosas: “El cuarto continente podría llamarse Amériga o América, es decir, el país de Américo, puesto que él lo descubrió”. Lo más probables es que Vespucio no tuviera nada que ver con el asunto, pero sí es cierto que habló de un Nuevo Mundo. A partir de entonces empezó a aparecer el nombre de América en los mapas. En 1522 se imprimió un grabado de madera en el que se emplea “América Provincia” para designar toda la costa conocida de Brasil. Fue en Alemania donde primero se utilizó el nombre de América. En Europa occidental se empleaba Indias o Nuevo Mundo. Fue el gran atlas de Ortelius, de fines del siglo XVI, el que popularizó el nombre de América.  

El 25 de septiembre de 1513, siguiendo las instrucciones de los guías indígenas, Núñez de Balboa se encaramó a una cima y contempló por primera vez el océano Pacífico, el más extenso del planeta.

En 1521 Fernando de Magallanes, portugués al servicio de España, atravesó el estrecho situado en el extremo meridional de América al que se ha dado su nombre, y entró en el mar del Sur, al cual se ha llamado “mare pacificum”. Viajó por la costa occidental de Suramérica, después viró hacia el norte y llegó a Filipinas, donde fué muerto luchando contra los nativos. Pero uno de sus barcos continuó su viaje hacia occidente y volvió sano y salvo a España al mando de Sebastián Elcano. Así se realizó la circunnavegación del globo.

En 1778 el capitán James Cook llegó a Waimea Bay, en la isla de Kauai, lo que lo convirtió en el primer europeo en hacer contacto con las islas hawaianas.

El primer cuarto del siglo XIX fueron los años culminantes del expansionismo norteamericano, que no se ha detenido aún en el siglo XXI, pero aquellos fueron los años en que se concibió la Nación continental. En 1825, Thomas Hart Benton, senador por Misuri, concibió a Estados Unidos como una gran potencia del Pacífico, lo que vendría a completar la obra inconclusa de Colón y a “descubrir” la ruta por el oeste a la India. Señalando hacia el oeste, decía: “Allí está el este, y allí el camino a la India”. El expansionismo norteamericano sostenía que Europa había comenzado a decaer, que Estados Unidos debía volverle la espalda, aprovechar sus ventajas geopolíticas dominando los océanos, apoderarse del comercio de Asia y convertirse en el eje del mundo.

“La ciencia”, tronaba Andrew Jackson en uno de sus mensajes al Congreso en 1830, “está penetrando constantemente en las profundidades de la naturaleza y revelando sus secretos, mientras el ingenio de las mentes libres somete los elementos al poder del hombre y determina que cada nueva conquista contribuya a su bienestar”. El 24 de noviembre de 1859 se publicaba la primera edición de El origen de las especies —título original en inglés: On the Origin of Species— de Charles Darwin, considerado uno de los trabajos precursores de la literatura científica y el fundamento de la teoría de la biología evolutiva, y que se logró con las investigaciones realizadas por los europeos en el todavía Nuevo Mundo.

Cinco siglos después la tecnología confirma la genial intuición del Almirante gracias al vuelo del Vanguard I, en 1958. Al respecto escribe Arthur C. Clarke en su libro El Hombre y el Espacio: “Durante siglos los científicos han creído que la tierra era una esfera ligeramente achatada por los polos, como una naranja. Ahora parece ser que tiene también algo de forma de pera. Un notable descubrimiento originado en el vuelo del Vanguard I en 1958 ha demostrado que la tierra es más estrecha por arriba y más ancha de caderas de lo que se había creído. Si bien las nuevas protuberancias son apenas, la diferencia es suficiente para ser significativa. La teoría de la esfera achatada presupone que la tierra era una masa algo plástica que respondía a la gravedad y la rotación adoptando una forma aplastada. El nuevo descubrimiento significa que la tierra debe ser estructuralmente más rígida de lo que los geodésicos creían. Este descubrimiento fue efectuado por el doctor John O´Keefe después que un colega había observado pequeñas, pero inesperadas aberraciones en la trayectoria del Vanguard I. La órbita de un satélite depende de la gravedad de la tierra. Si el satélite sigue una trayectoria irregular debe haber irregularidades en la acción de la gravedad -las cuales a su vez indican irregularidades en las masas de la tierra. O´keefe llegó a la conclusión de que el extraño curso del Vanguard I denotaba una tierra irregular- y partiendo de la ruta del satélite calculó el nuevo aspecto de la tierra, más tarde confirmado por otros satélites”.



El Almirante Colón ensanchó el mundo euroasiático conocido e impulsó al hombre hacia un mundo desconocido, allí donde se concretó la formación del hombre occidental universal. El encuentro o el choque, más tarde o más temprano tenía que suceder, y se dieron las condiciones en el contexto posible.

Al igual que Colón navegó más allá del horizonte para explorar nuevos mundos y tierras desconocidas, viajes en los que continentes enteros aparecieron ante sus humanos ojos, quizás un día el hombre navegue, inspirado por ese ejemplo aventurero, hacia las antípodas de la mente.

Justificación necesaria

Puedo pecar de eurocentrista, es innegable. así como también es innegable la existencia de otras culturas, locales, autóctonas, con determinadas características, costumbres, tradiciones, concepciones del mundo. En ese sentido quien peca es la iglesia que ha sido censuradora en su labor misionera, no yo. Quien peca es el que vino después a acabar con lo existente, a arrasar con los recursos, a colonizar tierras, a destruir comunidades, a implantar creencias, a transformar concepciones. A esos los culparé toda la vida. A los que vinieron y vienen hasta América, hasta el Sur de América, a adueñarse de lo que no les pertenece ni por nacimiento, ni por derecho internacional. Pero entienda amigo lector que no peco en exaltar el triunfo del viajero, el descubrimiento de lo desconocido para unos, conocido para otros. El encuentro está por encima de cualquier crítica. Debía y tenía que suceder. Europa tuvo la iniciativa de explorar el mundo. Así como hoy tenemos el ansia de encontrar una alternativa planetaria, un recursos infinito para salvaguardar nuestros estilos consumistas de vida. Necesitamos un mundo mejor. Necesitamos respetar lo ajeno. Aquellos hombres, no aquellos sistemas políticos, tuvieron la iniciativa de salir de su zona de confort. A ellos hay que rendirles merecido homenaje por atreverse a hacer el contacto. Ninguno de los dos bandos sabía lo que iba a pasar después. Ellos esperaban encontrarse con montañas de especias. Del lado de acá no esperábamos nada. Pero de ellos hay que reconocer que cada vez construyeron un mejor barco, muchas vidas se perdieron buscando una mejor ruta, se adentraron más y más en el océano plano y desconocido. Tenían que demostrar que la tierra es redonda, que Newton tenía razón, que Copérnico estaba en lo cierto, tenía que demostrarle a los clérigos que el fin del mundo no existe, lo que existía en el fin del mundo era un mundo totalmente nuevo, diferente, y tan humano como el de ellos.

 
 
Bibliografía:
 
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Johnson, Paul: La historia de los Judíos (1987). Editorial Vergara. Colección Biografía e Historia. Tercera Reimpresión: Noviembre 2005.    
 
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Kahler, Erick: Historia universal del hombre (1943). Fondo de Cultura Económica. Segunda reimpresión (1998) de la segunda edición aumentada (1988).  
 
Martín, Jos: Grandes exploradores de la historia de la humanidad (2011). Edición a cargo de TF Editores y financiada por BBVA. Capítulo III: Cristóbal Colón El hombre que ensanchó el mundo.
 
Noah Harari, Yuval: Sapiens De animales a dioses Breve historia de la humanidad (2013). DEBATE. Octava edición: noviembre de 2016.
 
Noah Harari, Yuval: Homo Deus Breve historia del mañana (2015). DEBATE. Tercera edición: diciembre de 2018.
 
Núñez Jiménez, Antonio: Geografía de Cuba (1954). Editorial LEX, La Habana.
 
Núñez Jiménez, Antonio: Geopoética (1983). Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana. Capítulo II: Cuba en la poesía de los siglos XV y XVI.
 
Núñez Jiménez, Antonio: Hacia una cultura de la naturaleza (1998). Editorial Letras Cubanas, SI-MAR S.A. 1998. Capítulo IV: La forma de la tierra.
Parry, J. H.: Los descubrimientos geográficos (1962). Colección Historia de la cultura. Ediciones Guadarrama.
Schwanitz, Dietrich: La cultura Todo lo que hay que saber (1999). Cuarta edición de la colección Taurus (2004) de Santillana Ediciones Generales (2002).   
 
Turner, Ralph: Las grandes culturas de la humanidad (1948). Tomo II: Los imperios clásicos. Tercera parte: La interacción de las culturas urbanas tradicionales asiáticas y europeas. Capítulo XI: El imperio macedónico y la mezcla de materiales culturales griegos y asiáticos. Epígrafe: Geografía Helenística. Edición Revolucionaria, 1966. Tercera edición en español, 1963.
 
 
Artículos de Internet:
 
1. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/enigmatico-mapa-piri-reis_16938
 
2.  https://historia.nationalgeographic.com.es/a/descubrimiento-america-12-octubre-1492_10778



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