Ángel de mis ensoñaciones

La carta original se la envió Honoré de Balzac a Eva Hanska. Yo hoy he decidido modificarla, adaptarla. 

Ángel de mis ensoñaciones,

No estoy loco por ti, pero te pienso, y pienso en ti con cariño, como la hermosa e inquieta niña mimosa que eres. No estoy loco por ti, ni esperanzado por ti, pero quiero que sepas que a veces cuando estoy uniendo dos ideas, me vienes a la mente, y falla la conexión, y se interponen tus ocurrencias, y pienso en tus cuestionarios, dices que encuestas, pero cuestionarios al fin. A veces solo pienso en ti, y en nada diferente a ti. A pesar de mi presente, mi imaginación me lleva hacia ti. No te agarro, ni te beso, ni te acaricio, mis pensamientos no son sexuales; te admiro, te aprecio, te rodeo con mi mirada, te someto a mi presencia y busco en mis ensoñaciones lo que tanto hablamos y me lo repito, y a veces creo que es un credo y tengo que parar; no eres divina, pero te comportas como una Diosa Coronada. Si, lo sé, eres real y perfectamente imperfecta. Pero existes, y quién se iba a imaginar que existes. 

No estás en mi corazón, nada de eso. Pero estás presente en mis pensamientos. Tengo una extraña sensación de ti. Pero solo Dios tiene respuestas para las tantas preguntas que caben. No me has privado de la razón, pero me has robado pensamientos. Esta es una manía que, me encanta y me provoca extrañeza. Es raro pensarte, ¿debería?

A veces tengo deseos de salir corriendo hacia tí, de atraparte, agarrarte por la mano, subirte a la alfombra y volar sobre Arabia. Luego, me siento, y la realidad me abruma. Las responsabilidades de ambos que nos separan, pero que a la vez hacen que nuestra conversación sea más intensa. No es miedo, es un conflicto. Esto, es y no es vida. No era así, y es.  

No te voy a esconder que me siento tonto y feliz, y a veces río solo pensando en algo que nos dijimos, o que simplemente imagino, por tus ensoñaciones. Giro en un sueño delicioso en el que en un instante se viven mil años. ¡Qué situación!

Estoy abrumado por lo que imagino, sintiéndolo en cada poro, viviéndolo, y viendo cómo nos enredamos más en los mil hilos de esta telaraña. Que me muerda la bestia, que me coma, que me absorba todos mis fluidos. Que no pondré resistencia. 

Mi querido Ángel, mi hermosa Fulana. Tú no lo sabías, pero ya yo te imaginaba antes de confluir en estas ensoñaciones contigo. Te escribo esta carta, como si hubiera recibido ya una tuya, desde un lejano destino, como si yo estuviera en el Congo y tú en Bélgica, como si yo fuera el explorador que da la vida por su ciencia, y tú la noble que apoya todas mis locuras. Ahora escribo como si estuvieras frente a mí, como hablándote aunque sabes que no utilizo este tono para hablar, sino más real, más ronco, menos romántico. Te escribo, ahora, y casi no lo hice ayer, como tampoco te dije que eres hermosa, asombrosamente hermosa, hermosamente divina.

A veces pasa por mi cabeza una exclamación: “¡Qué real te siento!”. No importa, pongo las manos ante la lluvia de estrella, como una corrida de ángeles. Ah, ¡esos ángeles no están tan felices en el paraíso como yo cuando chateamos!.

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